Beata Ana de los Angeles Monteagudo

Sor Ana de los Ángeles Monteagudo es una beata peruana. Nació en Arequipa, Perú, el 26 de julio de 1602 o 1604. A los tres años, fue entregada a las monjas catalinas que residían en el Monasterio de Santa Catalina, de la Orden Dominica para ser educada e instruida.

Es de suponer que el trato con algunas religiosas de probada virtud fuera sembrando en su alma el deseo -que luego se transformó en vocación- de entregarse a Dios como religiosa dominica de clausura.

Al regresar a su hogar por decisión de sus padres, no encajó para nada en los halagos del mundo y rechazó las perspectivas de un ventajoso matrimonio. Ella deseaba ardientemente hacerse religiosa y a pesar de la indignada reacción de sus padres, hizo realidad su deseo. Soportó con paciencia y ánimo invicto las contrariedades y emprendió la senda de la perfección.

En 1618 comienza el noviciado y entonces añade a su nombre el apelativo "de los Ángeles". La aspereza de la vida conventual no la asusta, al contrario, vive con entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán y de Catalina de Siena. Con el tiempo llega a ser Maestra de novicias y Priora (1647). Acomete con energía la reforma del monasterio. Amonesta y corrige, anima y promueve. Además de las profesas, habitaban por esa época en el monasterio cerca de 300 personas, no todas imbuidas del deseo de perfección.

La obra de Ana de los Ángeles chocó con oposiciones tenaces. Sor Ana atendió asimismo, abnegada y heroicamente, a las víctimas de una peste que azotó Arequipa. Terminado el oficio de Priora, que con tanto celo y prudencia había desempeñado, Ana de los Ángeles se sintió como aliviada de un gran peso y volvió con mucha alegría a ser súbdita, considerándose siempre, por su gran humildad, indigna de mandar a otras. Su vida siguió con toda normalidad, como la de cualquier otra de las religiosas.

Pero su amor a Dios y a los demás, sus virtudes y su santidad iban creciendo constantemente. Tuvo altísima oración, esmerada perfección en las virtudes propias de la vida religiosa, serenidad y paciencia en los sufrimientos. Falleció el 10 de enero de 1686. Beatificada en Arequipa por Juan Pablo II en 1985.


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