Cuando David murió, Salomón fue el nuevo rey. Dios, como estaba muy contento con él porque era bueno, le dijo: «Pídeme lo que quieras». Salomón contestó: «Quiero saber mandar bien a tu pueblo». A Dios le gustó que Salomón no fuera egoísta y no pidiera cosas para él. Entonces, además de hacerle sabio, le dio riquezas y le hizo muy poderoso.