Jesús fue hasta el sepulcro y mandó quitar la piedra. El sepulcro donde estaba enterrado Lázaro era una cueva con una piedra tapando la entrada. Las hermanas le advirtieron que ya olía mal, pues llevaba cuatro días muerto. Pero obedecieron y abrieron la cueva. Jesús gritó con fuerte voz: «Lázaro, sal fuera». Y Lázaro salió vivo, vendado de pies y manos.
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