Fernando III, rey de Castilla y de León (España), nació en 1198 y fue el hijo del rey Alfonso IX.
En su historia como rey, entre muchas cosas, le tocó dar batalla contra los moros que habían invadido España, y siempre triunfó. A pesar de su nobleza social, en todo momento fue fiel a los valores de la fe cristiana que profesaba.
En sus batallas jamás buscó su propia gloria ni el acrecentamiento de sus dominios, para él el reino verdadero era el reino de Dios. Rezaba diariamente y pedía el aumento de la fe católica. Era devoto de la Virgen, de quien se llamaba siervo. Era una persona muy espiritual, también se dice que había recibido la gracia de los éxtasis y las apariciones divinas. Amaba a su pueblo y siempre hacía todo para su bien.
Fue político, guerrero, poeta y músico, pero sobre todo se destacó por su honestidad y la pureza de sus costumbres.
La muerte del rey san Fernando constituye un ejemplo de fe y humildad. El 30 de mayo de 1252, pronto a su muerte, abandonó su cama real y, postrándose en tierra, sobre un montón de cenizas, recibió los últimos sacramentos. Llamó a la reina y a sus hijos, y se despidió de ellos después de haberles dado sabios consejos.
Volviéndose a los que se hallaban presentes, les pidió que lo perdonasen por alguna involuntaria ofensa. Fernando III fue canonizado por el papa Clemente X en el año 1671.
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