Al morir Salomón, hubo otros reyes. Uno de ellos se llamaba Ajab. No era bueno porque no quería a Dios y hablaba a estatuas de animales como si fueran dioses. El pueblo de Israel empezó a hacer lo mismo que su rey y rompió la Alianza o pacto que tenía con Dios. Dios les mandó al profeta Elías, que les dijo: «Por romper vuestra amistad con Dios, no lloverá hasta que yo diga». Entonces hubo una gran sequía.